"El autor haitiano y abogado de derechos humanos Ezili Dantò oyó a Luigi R. Einaudi hacer este sorprendente comentario en 2004, cuando Haití estaba a punto de conmemorar sus doscientos años de independencia con su primer presidente elegido democráticamente, Jean-Bertrand Aristide. Aparte de sus intentos de aumentar el salario mínimo y de otras medidas sociales para la mayoría de haitianos que vivían en la pobreza extrema, Aristide planeaba nacionalizar los recursos de su país, un paso que significaría más dinero para los haitianos y menos para las multinacionales. Un mes después, Aristide fue derrocado en nombre de la “comunidad internacional” en un golpe de Estado orquestado por Estados Unidos, Francia y Canadá.
Hoy la “comunidad internacional” vuelve a gobernar Haití, al estilo colonial.
Esto se puede apreciar fácilmente comparando la muy lenta construcción de viviendas y de infraestructuras básicas para la inmensa mayoría de los haitianos con la rápida aparición de hoteles de lujo para extranjeros, algunas veces con la aportación de fondos de ayuda que se nos dijo iban a satisfacer las necesidades básicas de los haitianos.
La mayor parte de la ayuda monetaria fue a parar a negocios de los países donantes, a agencias del gobierno y a las ONG, como siempre. La “ayuda” internacional es un de sobra conocido plan capitalista cuyo objetivo es desarrollar mercados en el Sur global para negocios del Norte. Por supuesto, esta “ayuda” beneficiará a los haitianos. Pero solo a unas pocas elites: aquellas que están en el poder y a la elite corporativa rica. El “Haití está abierto a los negocios” y los hoteles de lujo darán la bienvenida a los hombres de negocios para que en un ambiente agradable y lujoso puedan establecer sus fábricas en las que se explota a los trabajadores.
“Varios hoteles de lujo nuevos en Haití”
Hace un año el Fondo Clinton-Bush Haití invirtió dinero de la ayuda humanitaria en un hotel de cinco estrellas mientras unos 500.000 haitianos continuaban en campos de refugiados:
Como parte de la “reconstrucción” del país el Fondo Clinton-Bush Haití invirtió 2 millones de dólares en el Hotel Royal Oasis, un edificio de lujo que se construiría en una zona metropolitana afectada por la pobreza y “llena de campamentos de refugiados en los que vivían cientos de miles de personas”. (Julie Lévesque, HAITI: Humanitarian Aid for Earthquake Victims Used to Build Five Star Hotels, Global Research, 28 de junio de 2012)
Ahora, mientras 300.000 haitianos continúan viviendo en los campos, un “nuevo hotel Marriot que surge de los escombros en Haití tiene un impulso financiero de 26.5 millones de dólares” de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), miembro del Grupo Banco Mundial:
Marriott International y el gigante de las telecomunicaciones Digicel empezaron las obras del hotel el año pasado y se espera que se inaugure en 2015. Será uno de los varios nuevos hoteles de lujo en Haití después del devastador terremoto de enero de 2010. El español Occidental Hotels & Resort y el grupo con base en Estados Unidos Best Western abrieron hoteles en los últimos seis meses en Petionville, un barrio residencial de Port-au-Prince. La cadena hotelera española Hoteles NH también abrirá un nuevo El Rancho* en Petionville en los próximos meses.
Altos cargos de la IFC afirman que se espera que la construcción del Marriott cree unos 300 puestos de trabajo. El propio hotel ofrecerá 200 puestos de trabajo fijos. Marriott Hotels & Resorts gestionará el hotel según un acuerdo de gestión a largo plazo.
La IFC actualmente tiene inversiones por valor de 78.5 millones de dólares en Haití, que continua avanzando con dificultades hacia la recuperación más de tres años después de que el terremoto casi borrar su economía. El objetivo de las inversiones es crear empleo, acceso a infraestructuras básicas y posibilidades de ingresos para los haitianos, afirmó la IFC.
“Haiti tiene las condiciones fundamentales para un crecimiento económico sostenible, incluidos una población activa competitiva, la proximidad a los principales mercados y unos atractivos culturales y turísticos únicos”, afirmó Ary Naim, representante de la IFC para Haití. “Con nuestro apoyo financiero a largo plazo a esta nueva e importante pieza de la infraestructura de los negocios confirmamos nuestro compromiso con el futuro de Haití y confianza en él” (Jacqueline Charles, New Marriott under construction in Haiti getting financial boost, Miami Herald, 3 de julio de 2013).
Está por demostrar cómo un hotel de lujo en una zona residencial rica ayuda a proporcionar a los 300.000 haitianos desplazado y más pobres “acceso a infraestructuras básicas”. Además, no creará empleos para quienes más lo necesitan. Es muy poco probable que un hotel de lujo en la lujosa zona residencial de Petionville contrate a muchos haitianos pobres, necesitados y a menudo analfabetos que solo hablan criollo para que trabajen para los extranjeros ricos. Estas personas son la “población activa competitiva” y acaban en fábricas en las que se explota a los trabajadores y en minas. Lo que en realidad significa “población activa competitiva” y “proximidad a los principales mercados” es “mano de obra barata para Estados Unidos”.
La IFC afirma en su página web que sus inversiones “se centran en ayudar a reconstruir Haití y reactivar el crecimiento por medio de inversión y de servicios de asesoría, en sectores prioritarios como la industria de confección, infraestructuras, telecomunicaciones, turismo y finanzas”. Además de los 26.5 millones de dólares para el Marriott, la IFC ha invertido 7.7 millones en el antes mencionado Hotel Oasis también situado en Petionville (IFC Investment Generation in Haiti).
En total, casi la mitad de las inversiones de la IFC han ayudado a construir hoteles de lujo en barrios residenciales de lujo en los que vive la elite de Haití.
El Banco Mundial, una herramienta imperialista
La IFC forma parte del Grupo Banco Mundial. El Banco Mundial ha sido criticado por iniciativas anteriores, como el Proyecto para el Desarrollo Comunitario Participativo (PRODEP). Una investigación de ocho meses de Haiti Grassroots Watch concluyó que el PRODEP “ayudó a minar un Estado que ya era débil, dañó el ‘tejido social’ de Haití, llevó a cabo lo que se podría denominar ‘reingeniería social y política’[…], planteó dudas sobre de despilfarro y corrupción, […] contribuyó al creciente estatus de Haití como una ‘República ONG’, […] dañó los tradicionales sistemas de solidaridad y en algunos casos incluso fortaleció el poder de las elites locales” (World Bank “success” undermines Haitian democracy, Haiti Grassroots Watch, 20 de diciembre de 2012).
Recientemente, en mayo de 2013, el enviado especial del Banco Mundial a Haití Alexandre Abrantes anunció que “el Banco Mundial está ayudando al gobierno haitiano a mejorar los marcos de la minería, incluidas las provisiones legales que se considera en general que son inadecuadas para las necesidades actuales”, Daniel Trenton, (World Bank says its helping Haiti draft mining legislation, The Gazette, 17 de mayo de 2013)
Para Ezili Dantò, Estados Unidos y el Banco Mundial simplemente están volviendo a redactar la constitución de Haití para beneficiar a las compañías mineras:
Oxfam, el banco Mundial y otros falsos filántropos están implicados en proteger los intereses de los 1% al volver a redactar las leyes referentes a la minería […]
El Artículo 36-5 de la Constitución haitiana estipula: “El derecho a la propiedad privada no se extiende a las costas, fuentes, ríos, cursos de agua, minas y canteras. Forman parte del dominio público del Estado”.
La actual legislación de Haití no permite perforar sin una convención minera firmada. Pero la compañía minera estadounidense Newmont obtuvo una “exención” de la actual legislación de Haití sin siquiera la aprobación de la legislatura títere de Haití. [El presidente de Haití] Martelly lo firmó violando la Constitución de Haití (Ezili Dantò, Haiti: US to Re-Write Haiti Constitution to Better Service the One Percent, Black Agenda Report, 2 de julio de 2013).
Solo los recursos mineros de Haití se han calculado en 20.000 millones de dólares. “Inversores estadounidenses y canadienses han gastado más de 30 millones de dólares en los últimos años en perforaciones exploratorias y otras actividades relacionadas con la minería en Haití” (Trenton, op. cit.).
Lenta reconstrucción, trabajo esclavo y el engaño de la ayuda internacional
A diferencia de la industria de los hoteles de lujo que crece a toda velocidad, los trabajos de reconstrucción se enfrentan a muchos retrasos y a varios obstáculos financieros. El pasado mes de junio un informe de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) estadounidense criticaba a USAID por su falta de transparencia, los continuos retrasos, los excesos de costes y la reducción de objetivos. El informe señala una sorprendente paradoja: aunque las cantidades destinadas a crear alojamientos casi se han doblado, la cantidad de casas que se van a construir se han reducido un sorprendente 80%:
En 2010, solo unos meses después de que Haití sufriera un devastador terremoto, Estados Unidos aprobó una ley para destinar 651 millones de dólares a USAID para ayudar en los trabajos de ayuda y reconstrucción. Tres años después solo se ha gastado el 31% de esos fondos ya que aumentan los retrasos y se reducen los objetivos […] El informe también critica la falta de transparencia [...]
La GAO concluyó que los cálculos inexactos de los costes y los retrasos provocaron que la cantidad de dinero destinada a proporcionar alojamientos aumentara de 59 millones de dólares a 97 millones, mientras que al mismo tiempo “disminuyó en aproximadamente un 80% la cantidad de casas que se había proyectado construir, de 15.000 a 2.649”. Originariamente se calculaba en menos de 10.000 dólares el coste de una casa completa y el coste actual ha sido superior a 33.000. USAID ha adjudicado más de 46 millones de dólares a contratistas para construir viviendas. Mientras tanto, unas 300.000 persona siguen viviendo en campos más de tres años después del terremoto. En total, la comunidad humanitaria ha construido solo 7.000 casas nuevas, aproximadamente un 40% de lo que se ha planificado actualmente […]
Además, el informe de la GAO es crítico con las inversiones estadounidenses que apoyan el Parque Industrial Caracol. Randal C. Archibold, del New York Times informa:
Una gran parte del dinero de la Agencia para el Desarrollo Internacional [USAID], 170.3 millones de dólares, fueron a una central eléctrica y un puerto para una zona industrial en el norte de Haití que era la pieza central de los trabajos de reconstrucción de Estados Unidos y había sido fuertemente promovido por el Departamento de Estado y el expresidente estadounidense Bill Clinton […]
Aunque la agencia de ayuda acabó la central eléctrica ajustándose al presupuesto, el puerto, crucial para el éxito a largo plazo del parque industrial, va con dos años de retraso “debido en parte a la falta de pericia de U.S.A.I.D. en la planificación de puertos en Haití”, señalaba el informe, y ahora es muy probable que sobrepase los costes (GAO Report Critical of USAID in Haiti, Bolsters Calls for Increased Oversight, Center for Economic and Policy Research, 26 de junio de 2013).
Los retrasos y potenciales aumentos de costes relacionados con la construcción del esencial puerto de Caracol se explican fácilmente por el hecho de que USAID recibió 72 millones de dólares para su planificación y construcción a pesar de su cruel falta de pericia. De hecho, USAID no ha construido este tipo de estructura en los últimos 40 años:
A pesar de “no haber construido un puerto en ninguna parte del mundo desde la década de 1970”, USAID destinó 72 millones de dólares a construir uno, según el informe del GAO publicado la semana pasada. Se supone que el puerto va a contribuir a apoyar el Parque Industrial Caracol (CIP, por sus siglas en inglés) que se construyó con dinero del Banco Interamericano de Desarrollo (IDB, por sus siglas en inglés) y 170 millones de dólares de fondos estadounidenses para infraestructuras relacionadas con él. El CIP se ha levantado como producto bandera del proyecto de reconstrucción emprendido por la comunidad internacional en Haití. Incluso dejando de lado las críticas por la localización, los tipos de empleos y el impacto medioambiental del CIP, el “éxito” de todo el proyecto depende del nuevo puerto […].
Al no existir ningún tipo de pericia en construcción de puertos en el seno de USAID, la misión se encargó a contratistas privados. HRRW informó en enero de 2012 que se había concedido a MWH “un contrato por valor de 2.8 millones de dólares para llevar a cabo un estudio de viabilidad de una infraestructura de puerto en el norte de Haití”. Se esperaba que estuviera terminado en mayo de 2012. MWH Americas había recibido críticas antes por su trabajo en Nueva Orleans y The Times-Picayune informaba de que MWH había estado “operando durante más de dos años con un contrato de dudosa adjudicación que le ha permitido sobrefacturar continuamente, aunque va con retraso la recuperación inmobiliaria que supervisa” (USAID’s Lack of Expertise, Reliance on Contractors Puts Sustainability of Caracol in Doubt, Center for Economic and Policy Research, 2 de julio de 2013)
Estos ejemplos ilustran perfectamente en qué consiste la “ayuda internacional”. Ezili Dantò explica:
Las ONGs llevan a cabo políticas imperialistas estadounidenses en Haití a cambio de “financiación de caridad”, lo que significa que blanquean dinero de los contribuyentes estadounidenses y de donativos, y se lo meten en los bolsillos. Las políticas imperialistas estadounidenses consisten en destruir la economía local e industrial de Haití, expropiar los recursos naturales de Haití y convertirlo en un mercado fundamental para sus monopolios subvencionados por Wall Street.
La élites económicas amasaron miles y miles de millones de dólares desde antes de que los "filántropos estadounidenses de gran corazón" enriquecieran sus arcas con 9.000 millones de dólares provenientes del lavado de fondos para ayuda humanitaria que terminaron regresando en gran medida a manos estadounidenses.
Pero las ONGs y sus cohortes de Hollywood, mediáticas y académicas hicieron de apagafuegos del incendiario papel del gobierno estadounidense en Haití y en el Sur. Los que se las dan de entendidos profesionales (el complejo industrial de caridad blanco) hizo un juego turbio. Por ejemplo, “The Center for Economic and Policy Research (CEPR) analizó los 1.150 millones de dólares prometidos a Haití después del terremoto de enero y descubrió que “vasta mayoría” del dinero que pudo estudiar había ido derecho a compañías y organizaciones estadounidenses, más de la mitad de las cuales eran solo de la zona de Washington” (Ezili Dantò, op. cit.).
“Los haitianos ganan menos hoy que bajo la dictadura de Duvalier”
El gigante Parque Industrial Caracol se inauguró en marzo de 2013 en presencia del presidente Martelly, así como de “diplomáticos haitiano y extranjeros, la pareja Clinton, millonarios y actores, todos ellos presentes para celebrar el toque de rebato del gobierno: ‘Haití se abre a los negocios’”. (The Caracol Industrial Park: Worth the risk? Haiti Grassroots Watch, 7 de marzo de 2013)
El Parque Caracol se promovió como una manera de descentralizar el país y crear potencialmente entre 20.000 y 65.000 empleos. Un año después los resultados están lejos de las expectativas:
Un año después de que empezara a operar solo trabajan en el parque 1.388 personas […] Además, una investigación de HGW entre una muestra de trabajadores concluyó que al final del día, la mayoría solo han ganado 57 gurdes, o 1.36 dólares, después de pagar el transporte y la comida de su salario mínimo de 200 gurdes (4.75 dólares).
HGW también supo que la mayoría de los agricultores echados de sus terrenos para construir el parque siguen sin tener tierras.
“Antes Caracol era el granero del departamento del norte”, afirmó Breüs Wilcien, uno de los agricultores expulsados de la zona de 250 hectáreas. “Actualmente hay una carencia de algunos productos en los mercados locales. Simplemente estamos aquí sentados sumidos en la miseria” (Ibid.)
Destruir la soberanía alimentaria del Sur global es una práctica común utilizada por el Norte global a través de organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI. El objetivo es mantener al Sur dependiente del Norte y crear un mercado para la exportación, engañosamente calificado de “ayuda alimentaria” por la prensa y para ocultar su verdadero propósito: el dumping.
Es evidente que además de proporcionar mano de obra esclava a empresas de confección estadounidenses y de otros países, el Parque Industria Caracol ha contribuido a reducir aún más lo que quedaba de agricultura local en Haití, erradicada tras años de una brutal política exterior estadounidense. Un informe de 2010 Consejo de Asuntos Hemisféricos concluyó que el “salvador” de Haití, “el presidente Clinton, y otros inquilinos recientes de la Casa Blanca [condenaron] a Haití a un futuro de pobreza endémica por medio de una interesada política de exportación de arroz estadounidense” (Leah Chavla, Bill Clinton’s heavy hand on Haiti’s vulnerable agricultural economy: The American rice scandal, Council on Hemispheric Affairs, 13 de abril de 2010).
La experta en Haití Isabeau Doucet señala:
En la década de 1950 la agricultura suponía más del 90% de las exportaciones de Haití; hoy, el 90% de las exportaciones son del sector de la confección, mientras que se importa más de la mitad de la comida del país […].
Acuerdos preferenciales de libre comercio firmados entre Haití y Estados Unidos, llamados HOPE [esperanza, en inglés] (Haitian Hemispheric Opportunity through Partnership Encouragement Act, 2006), HOPE II (2008) y HELP [ayuda, en inglés] (Haiti Economic Lift Program, 2008), ha sido parte de una campaña para expandir la industria de confección de Haití etiquetando ropa “Made in Haiti” como algo humanitario, socialmente responsable y bueno para el “desarrollo” de Haití, al tiempo que se daba acceso libre de impuestos a los mercados estadounidenses.
Según un estudio de 2011 de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés), se calcula que el coste de vivir en Port-au-Prince es de 29 dólares al día. Doscientos gurdes por un turno de trabajo de ocho horas es una sexta parte de lo que AFL-CIO calcula que se necesita diariamente para vivir. El transporte a y del trabajo, y una comida modesta puede costar fácilmente al trabajador 120 gurdes. De hecho, los haitianos ganan menos hoy que bajo la dictadura de Duvalier, los salarios apenas han aumentado, y valen la mitad de su valor adquisitivo en 1984. (Isabeau Doucet, Made in Haiti, Dumped in Haiti: Slave Labor and the Garment Industry, The Dominion, 10 de julio de 2013).
Personas desplazadas arrojadas a un erial
Mientras que la industria del turismo ha crecido rápidamente, se ha sacado a la gente de las ciudades y se la ha arrojado a un erial en un campo llamado Corail-Cesselesse, también conocido como “Canaan,” “Jerusalén” y “ONAville”. El campo a las afueras de Port-au-Prince podría “convertirse en el barrio de chabolas que más rápidamente se extiende y más caro”, en el que no hay trabajo y es difícil encontrar agua.
La comunidad internacional no está contribuyendo a reconstruir Haití. Está perfeccionando el colonialismo en Haití con sus compañías y utilizando a la población de Haití como mano de obra esclava para disparar sus beneficios. La sorprendente diferencia entre la lentitud de los trabajos de reconstrucción para los haitianos frente al rápido auge de la industria de hoteles de lujo demuestra que en Haiti los extranjeros son lo primero. Desgraciadamente, la supremacía blanca y la esclavitud continúan sanas y salvas en la “perla de las Antillas”.
*En castellano en el original (N. de la t.)."